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jueves, 13 de febrero de 2020

CARABALLAS CHARDONNAY LÍAS 2015

Una vez más nos dejamos conquistar por esta bodega en la que no se escatima a la hora de deleitar a sus seguidores como es el caso.
Si pudiéramos medir de alguna forma el mimo y cuidado que duerme en cada una de sus botellas no tendríamos suficiente con un diez.
Hoy catamos su nuevo Chardonnay sobre lías. Como ya acostumbran estos vinos la percepción de matices, los recuerdos y los estímulos que emanan de él se multiplican en tu mente y, literalmente te vuelven loco.
Desde que sirves la primera copa empieza a llamar tu atención. Su color anaranjado, oro viejo de ribetes ocres, te inquieta mientras destellos dorados desvían tu atención hacia la contraetiqueta buscando alguna posible respuesta a ese misterioso color y es en ella donde encuentras dos posibles soluciones: los quince meses que ha pasado en contacto con sus lías y el hecho de que sea un vino 100% ecológico.
Muy denso a la vista, untuoso en las paredes de cristal, limpio y brillante.
Con poco que lo acercas a la nariz vas tomando conciencia de la complejidad que atesora; así pues encontramos una nariz cremosa y muy expresiva, golosa y dulce. Aparecen en un primer plano notas de melaza, carne de membrillo, manzana asada y notas de naranja amarga, albaricoque, levadura , flores marchitas e incluso licor de bellota en un plano posterior. Impresionante la variedad de matices que van emergiendo cada vez que agitamos y aireamos el vino.
En boca no es menor el interés que despierta en nosotros; lo primero que descubrimos es su rotunda sequedad que, casi nos lleva a un fino jerezano. De paso largo y sedoso, regala con cuerpo su sabor de fruta de hueso y manzana compotada, mientras una acidez que se pasea de puntillas aligera las sensaciones producidas por tal aluvión de matices a la vez que aporta frescura y atractivo.
A trago pasado y casi desde el infinito retornan notas mantecosas acompasadas de hierbas aromáticas y desplegando sutilmente los más diversos matices; desfilan ahora notas tropicales, manzana asada, flores silvestres de infusión e incluso algún recuerdo de la fermentación en forma de pegamento.
Parece que en vez de catar un vino, hemos viajado por él a través de los sentidos. En él hemos encontrado sequedad y madurez donde esperábamos dulzura y jovialidad, frescura y sutileza en un cuerpo que se antojaba untuoso y denso y, sobretodo gran abundancia de pequeños matices que sin duda, lo hacen muy grande y lo convierten en puro placer.

Catado el 17 de octubre de 2018




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