En nariz se presenta realmente complejo y altivo. Con la intensidad contenida, refinado y abundante en matices armoniosamente entrelazados. Despliega un primer frente de notas de fruta negra: grosella y ciruelas pasas. Decorando este centro, un velo muy mineral atesora finísimos matices de cenizas de tabaco, humo, fósforo y mina de grafito. Algo más atrás y en distintos momentos otras pinceladas van y vienen de una copa a otra y así, han debutado delante de nuestras narices recuerdos terrosos, toffe, pimienta, espino blanco, tomillo, regaliz y vaina de vainilla... Todo esto tras su decantación la cual en mi humilde opinión, sólo es oportuna por lo de evitar que los sedimentos caigan en las copas al ser servido pues, con tal complejidad aromática airear un vino así es como empezar una buena película saltándote el principio.
De tacto suave y delicado en boca, propio de una tanicidad bien pulida y algo marcada posiblemente por la edad de las cepas crea sensaciones abocadas que suavizan aún más su camino. Cuerpo medio y buena amplitud.
Presenta un buen balance de astringencia y acidez lo que favorece su excepcional frescura que, sin duda tiene a pesar de su edad.
En su sabor se percibe jugoso y rico, mostrando una cara muy amable de la fruta que aún se manifiesta en él entre notas de regaliz, tinta, cacao y cierto fondo terroso, en tanto que ascienden hasta la retronasal notas especiadas y espino blanco.
Pura elegancia en boca, refinado en aromas y de complejidad faraónica. Rico riquísimo.
Catado el 1 de febrero de 2020
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