La visita, de unas 5 horas se pasó volando y terminamos haciendo un picnic en la misma bodega. El viento y el agua nos dejaron a oscuras y en la penumbra de la poco luz que se colaba por los esteros de esos grandes ventanales, nuestros sentidos de concentraron al máximo en cada uno de los vinazos que Juan Manuel nos fue dando a catar. Empezamos desde el origen, catando los mostos que ya en bodega miman y encaminan desde el origen para cada uno de sus puntales.
Como singularidad de esta bodega decir que en ella la crianza biológica se alarga por varios años manteniendo el velo de flor y poniéndolo al límite de sus posibilidades, de ahí que en sus vinos aparezca la levadura, las notas de albariza, la manzana o el limón incluso en finos de más 15 años de vejez.
Después de catar varios finos (La panesa) Juan Manuel pasó a los amontillados finos (El tresillo) y terminamos con el palo cortado (El privilegio) con estos últimos ya tuvimos que usar el pañuelo para secarnos las lágrimas de la emoción.
Sin duda, el privilegio fue todo nuestro.
Visita realizada el 3 de marzo de 2018
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