Tras cuatro años de dulce sueño en su palacio de cristal, liberamos esta joyita por aquello de ver su evolución en botella y poder contrastar las expectativas que suscitó desde que lo probamos por primera vez. Entonces, recordamos con mucho cariño que la atracción hacia este vino fue como un amor a primera vista, un regalo hecho líquido.
Para más sorpresa, cuando fui a fotografiar la contraetiqueta descubrí emocionado que tal como reza en esta, se trata de la botella 2/ 300 . Casualidad o no, ayer descorchamos la segunda botella que se etiquetó de Miquichote crianza 2016 y para nosotros fue un auténtico privilegio . No nos defraudó en absoluto.
En cuanto al color, llamaba la atención que mantenía su capa alta y un color picota oscuro con ribetes tornando a castaño, apariencia totalmente engañosa pues un crianza en 4 años suele perder capa y brillo, y no era el caso.
Con el recuerdo aún en mi memoria olfativa de las añadas anteriores, encontramos aromas más evolucionados, complejos y bien armonizados.
Así pues quedaban reductos de aquellas moras y fresones aunque, la fruta negra más madura había ganado protagonismo, un frente de ciruelas pasas, fruta macerada, cacao, café, suero lácteo en un fondo con notas de monte bajo y arcilla.
En boca mantiene ese recuerdo a fruta negra (moras de zarza) en un entorno especiado y silvestre.
En su sabor se recrean sensaciones dulces con una tanicidad levemente marcada que suaviza el conjunto a la vez que crea cierta rugosidad. Fresco y bien equilibrado apenas ha perdido cuerpo ni densidad.
Tras su ataque jugoso y amplio se solapa una acidez que bien recuerda a los arándanos cuando aún no están muy maduros y enfatiza todas sus bondades.
Retornan en su posgusto notas de fruta de licor y un manto silvestre de hojarasca y especias; en tanto asciende hasta la nariz un entorno especiado con tímidos recuerdos de eucalipto y tinta.
¡¡¡Hasta la próxima, Miquichote!!!
Catado el 16 de abril de 2020
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