Nunca un nombre pudo hacer más honor a un vino pues,
precisamente este sosiego atesora en su espíritu calma y silencio. Como los
grandes vinos que se elaboran respetando a la naturaleza, recibe en sí mismo la
gratitud de la tierra y de la mano del hombre en forma de equilibrio y armonía.
Su complejidad aromática es tal, que a la vez que se desnuda
delante de tu nariz, busca y llama en tu memoria trayendo incluso recuerdos de
los aromas de tu infancia. En otras fases de su evolución rejuvenece; y en tu
boca se convierte en un adolescente tornándose suave y delicado como un beso
que no esperas.
Merece pararse y detener el tiempo, beberlo con todos los
sentidos, dándole todo el protagonismo posible; hablar de él largo y tendido,
con Sosiego.
En un primer momento predominan las notas dulces de fruta de
carne blanca en confitura, tila infusionada, mantequilla fresca y sutiles pinceladas de limón.
Pero poco a poco, otros aromas reclaman tu atención y su momento de gloria y
así, desfilan primero la miel y el albaricoque, dejando para el ocaso de las
últimas copas notas de almendra cruda e incluso de pan tostado. Y es que pocas
veces tenemos la ocasión de enfrentarnos a vinos de tantísima complejidad
aromática. Un titán.
En cuanto a su aspecto, su color amarillo dorado denota su
crianza, presentando lágrimas de caída lenta y bien formadas, de apariencia
denso y untuoso.
Será en boca donde más conciencia se puede tomar de su
categoría, con muy buen sabor y más fruta de la que cabe esperar. Es tan
completo que incluso puedes encontrar cierto parecido con sus hermanos,
sobretodo en el posgusto; firma de la casa, donde retorna la fruta, las
infusiones y muy tenues notas de licor
junto con un leve amargor que te devuelve del sueño. Un regalo de los dioses.
Catado el 25 de noviembre de 2016
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