Con un color rojo algo evolucionado a castaño y ribetes teja, capa baja, aspecto muy particular y cercano al de algunos rosados muy oscuros que probamos el año pasado. Inquietantes sus lágrimas se dejan caer como las del cirio de un penitente, dejando el rastro de su caminito de gloria.
Nada más acercarlo a la nariz tiene el poder valiosísimo de transportarte a tu niñez, un momento ratatouille, pura golosina. Así es, primero si cierras los ojos se te viene a la mente un chupa chups Kojak y acto seguido, una bolsa repleta de gominolas y algún atisbo de violetas. Con una presentación así es muy difícil no quedarte con su cara.
Acto seguido aparecen un ténue fondo lácteo, espino verde y notas casi mentoladas de cardamomo.
En boca se plantea seco y rectilíneo, no muy denso y poco anstringente, con una acidez que pasa desapercibida aunque evidentemente aporta ligereza y frescura. Quizá esos dos sean los grandes atributos que tiene y que te ganan desde el principio. Será desde el final de su recorrido desde donde las especias reclamen su momento de gloria, quedando ahí atenuadas rodeando a un centro de ciruela pasa y algunas notas anisadas.
En copas tardías y cuando ya no esperas nada más, aparecen las notas de tierra mojada y un fondo especiado con pinceladas de toffe, una delicia dejando en nariz recuerdos de regaliz Zara.
Un casi rosado, complejo desde la sencillez y la franqueza de sus aromas que se entrega directamente a los sentidos, atrapando tu atención y manteniendo tu interés por él hasta el último sorbo.
Además tiene poca graduación con lo que antes de darte cuenta, se ha terminado. Ideal para esos días de sol primaveral que tanto se están haciendo de rogar este año.
Catado el 11 de abril de 2018
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