Las lágrimas se forman lentamente y se van estrechando hasta tener el peso suficiente como para poder descender por el cristal, casi rozando la pesadez de un amontillado, en una forma estilizada y armoniosa.
En boca es rotundo y se presenta en sintonía perfecta con sus aromas, francamente.
De manera instantánea, un posgusto amargoso que es superado rápidamente da lugar a un recuerdo a licores y a la fragancia del hinojo en la sierra tras un día de lluvia.
Vinazo al canto, más que hablar de él se puede hacer poesía. Misteriosa la mezcla de Monastrell y Syrah, bendito sea.
Catado el 24 de diciembre de 2015


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